Cristo, yo soy preso,
tengo más tiempo que cualquiera para rezarte,
pero quizás tú sólo sabes lo que cuesta rezar a un preso.
En nuestro ser más profundo
explota a cada instante la rebelión.
Es difícil rezar, es difícil creer, cuando uno se siente abandonado por la humanidad.
También para tí fue difícil rezar en la cruz
y gritaste tu angustia, tu cólera, tu desilusión, tu amargura.
"¿Por qué me has abandonado?"
quizá sea esta la única oración que podamos hacer,
pero frente a ella el mundo se ríe.
Un "por qué", que en tus labios era distinto
porque tú eres inocente,
nosotros no somos inocentes, no lo es ningún hombre de la tierra.
Pero nuestro "por qué " es una petición de justicia,
aunque a veces además de la cólera,
lleve el sello de la desesperación y la desconfianza.
Sin embargo no me gustaría perder mi dignidad humana
por el hecho de haber entrado en la cárcel.
No quiero renunciar a mi persona.
Quiero creer que tú, al menos el más justo e inocente
de los condenados de la historia,
serás capaz de comprender mis lágrimas y mi rabia "
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